Cofundador de Think Ahead
La educación es un sector tradicionalmente rígido en sus planteamientos, y uno de los pocos donde, tanto a nivel público como privado, las grandes revoluciones del siglo XXI todavía no han logrado transformar ni sus paradigmas ni sus modos. Esto está empezando a cambiar, motivado por avances neurocientíficos y la imparable incursión de la tecnología en las aulas, conformando así lo que llamamos «la educación en el siglo XXI».
En este artículo te mostramos cómo ha ido evolucionando el paradigma educativo en los últimos años y qué acciones puede llevar a cabo un centro educativo para que su labor esté conectada con la realidad actual y tenga un impacto realmente positivo en el rendimiento académico de los estudiantes.
Los centros educativos tienen la difícil labor de adaptar su oferta a los estándares marcados por los exámenes oficiales a los que inscriben a sus alumnos. En el mundo educativo británico e internacional, los organismos detrás de estos exámenes publican periódicamente el abanico de habilidades y conocimientos que los alumnos deben desarrollar para cada asignatura. A partir de ahí, el departamento de cada asignatura diseña un plan que aúne actividades, proyectos, clases, deberes y exámenes, destinados a que su alumnado desarrolle estas habilidades y conocimientos, que serán en última instancia objeto de evaluación en los exámenes oficiales.
La pregunta del millón, partiendo de la base de que los mecanismos de evaluación actuales no se pueden cambiar, es la siguiente: ¿cuál es la mejor manera de que los alumnos desarrollen estos conocimientos y habilidades?
La respuesta ni es fácil ni tiene solo una cara. El principal problema relacionado con esta pregunta radica en lo heterogéneo que es el alumnado en cuanto a sus necesidades, ritmos de aprendizaje, contexto socioeconómico o determinadas predisposiciones para el aprendizaje.
Más allá de esta cuestión, repasemos los principales paradigmas actuales en la educación:
• Los roles
El profesor, sujeto activo y transmisor del conocimiento. El alumno, sujeto pasivo y receptor del conocimiento.
• El contexto
La clase como espacio donde el profesor transmite su conocimiento a los alumnos, los cuales deben aprovechar este tiempo como única oportunidad para poder entender y asimilar los conceptos.
• El objetivo
Los criterios de evaluación están intrínsecamente asociados a una prueba escrita, de forma que, desde el primer momento, la transmisión y aplicación de los conceptos que se aprenden cumplen el propósito de maximizar el resultado de esta prueba. El resultado es que se desligan los conocimientos de las realidades a las que puedan estar conectados, desvirtuando la utilidad que se supone debe llevar aparejada la educación.
1. La cantidad de información que tenemos a nuestro alcance ha crecido exponencialmente en los últimos años. La calidad de esta información también lo hace. Como dato, las búsquedas de tutoriales (How to…) en Youtube crecen un 70 % cada año. El libro de texto, tradicionalmente la única referencia que tenía un alumno para desarrollar estos conocimientos (aparte del profesor, claro está), se ha convertido en un elemento más dentro del enorme abanico de información de la que disponemos ahora.
2. El aprendizaje pasivo tiene muchas limitaciones. La principal lección que nos ha dado la neurociencia para el ámbito educativo es que el desarrollo de estructuras lógicas y cognitivas es mucho más sólido y efectivo cuando el sujeto aprende de manera activa; es decir, a través de la experiencia. A esto lo llamamos aprendizaje significativo.
El diagrama muestra que se interiorizan conceptos en mayor o menor grado dependiendo del tipo de exposición que tengamos a estos conceptos.
Las capas más altas de la pirámide, menos efectivas, están asociadas al paradigma tradicional de la educación —el alumno como sujeto pasivo, que en clase ve y escucha al profesor, y posteriormente lee el libro de texto para prepararse para el examen.
3. Parte de la razón detrás del rol tradicionalmente pasivo del alumno radicaba en la falta de recursos tecnológicos y herramientas que pudieran facilitar una manera alternativa de enfocar la educación. Conectando esto con el punto 1, hoy en día el alumno no solo dispone de más información a su alcance, sino que también puede recopilar mejor esa información, contar historias interesantes a través de muchos formatos (informes, presentaciones, vídeos), compartir esas historias y colaborar con sus compañeros de clase como nunca antes.
Se trata de romper con el paradigma del profesor como único poseedor y transmisor de los conocimientos. En este nuevo contexto, no tiene sentido que más de la mitad del tiempo de clase, tan escaso y valioso, se emplee en la exposición de un tema. Los alumnos han de tener una exposición previa, en un formato ameno y progresivo (existen infinidad de vídeos y presentaciones), a los conocimientos que se vayan a dar en clase, con el objetivo de que el tiempo de clase pueda ser empleado para apuntalar lo visto previamente, resolver dudas y empezar a aplicar estos conocimientos a determinadas situaciones.
En la línea del punto anterior, un enfoque alternativo requiere de una reformulación de los roles tradicionales en la educación: el rol del profesor se adapta para poder guiar al alumno, el cual aprende de manera más activa.
¿Y qué implica «más activa»? Se trataría, por ejemplo, de que los alumnos puedan visualizar la mecánica de proyectiles realizando simulaciones en las que van modificando los parámetros iniciales (como la velocidad o el ángulo al que se proyecta la pelota), o que la inflación se pueda aprender en el contexto del análisis de un país que haya sufrido los efectos de una inflación muy alta.
Refiriéndonos de nuevo al diagrama, se trataría de que en el espacio de clase el alumno adquiera un rol más participativo a través de las actividades que se diseñan, pudiendo trabajar a través de ellas las capas más bajas de la pirámide.
La parte de abajo de la pirámide, la acción de enseñar a otros, es un aspecto fundamental dentro de este nuevo proceso de aprendizaje. Se trataría de enlazar la aplicación de los conocimientos aprendidos, normalmente mediante un proyecto, con su posterior exposición, fomentando la colaboración entre alumnos.
Por ejemplo, los alumnos en Matemáticas pueden crear a lo largo de un curso una biblioteca de vídeotutoriales para las preguntas oficiales, que comparten entre ellos, generando además materiales de revisión para fases posteriores del curso.
Para que el aprendizaje pueda ser significativo, el alumno debe ser capaz de conectar con un tema emocionalmente. Esto se consigue cuando se logran enlazar conceptos con experiencias reales que llamen la atención del alumno. En muchos casos, esta conexión con la vida real es también un catalizador para la motivación de alumno.
La labor del profesor en este punto es fundamental —la creatividad y un conocimiento de la asignatura más allá del libro de texto son dos cualidades necesarias para lograr esta conexión del temario con las realidades a las que apela.
Este cambio de mentalidad no puede omitir la principal premisa de un centro educativo: alinear su oferta con los objetivos del alumno, en este caso, maximizar su nota en los exámenes oficiales.
Al final, si un centro educativo alinea su oferta de contenidos con los exámenes, donde más incide esta nueva metodología es en los estándares de evaluación más abstractos de una asignatura —en Business A-Level, por ejemplo, una buena expresión escrita es la habilidad más importante que un alumno debe desarrollar para sacar una buena nota en el examen. Con este enfoque, lo que se logra al final es una mayor depuración de estas habilidades a lo largo del curso, afianzando además de una manera más sólida los conceptos.
Todos estos puntos expuestos arriba encuentran complicaciones prácticas en la ausencia de herramientas tecnológicas.
Apple lleva años desarrollando Apple Education, una rama que busca la integración tecnológica en el Aula. Este desarrollo ha seguido dos frentes: facilitar la inclusión de iPad en el contexto escolar y desarrollar aplicaciones (apps) útiles para el contexto educativo. En ambos frentes el progreso ha sido notable, y cada vez son más los centros educativos que apuestan por la integración de Apple iPad en el contexto educativo. El lanzamiento del Apple Pencil y el Apple Keyboard, un lápiz y teclado electrónicos con los que el alumno puede escribir sobre el iPad, han sido el detonante definitivo para que este adquiera una utilidad superior a la que tendría un portátil u otro dispositivo tecnológico.
Más allá de una mejor organización del alumno y una comunicación más fluida entre centro, profesores y alumnos, el Apple iPad tiene el potencial de ser una herramienta educativa integral para el alumno. Cumple perfectamente las funciones de buscar información, compartirla, sintetizarla y exponerla, a través de múltiples formatos (vídeos, informes, presentaciones). Facilita la colaboración entre los alumnos, y hace que la simulación, la modelización y la programación, especialmente útiles en el ámbito científico, puedan convertirse en una realidad diaria para el alumno.
En Virtus llevamos años implementando progresivamente estas técnicas de aprendizaje y creemos firmemente en la importancia de replantear la educación tal como se conocía. Para nosotros, maximizar el valor de nuestra oferta educativa es una de nuestras principales obsesiones, y nuestro equipo educativo está en continuo proceso de evaluación y aprendizaje para lograr este objetivo, con resultados excelentes.
En este curso, nuestros alumnos de Virtus dispondrán de un Apple iPad como herramienta de trabajo para las clases.
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