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Motivación para estudiar: la clave del éxito académico

Daniel Piñeiro
Daniel Piñeiro

Psicólogo Educativo en Think Ahead Education

motivacion para estudiar cover

 

¿Alguna vez te has preguntado qué hace falta para llegar a la cima del Everest? ¿O para ganar 6 veces la NBA? Es fácil inferir la respuesta.

Lo que no es tan fácil es entender por qué Edmund Hillary dormía en el duro invierno de Londres con la ventana de la habitación abierta, o las horas que Michael se quedaba tirando hasta fallar en la canasta que tenía en su casa de niño.

La clave, como ya habrás adivinado, es la motivación. Pero ¿cómo conseguir que nuestros hijos o alumnos adolescentes mantengan un alto nivel de motivación para estudiar dentro y fuera del aula?

En este artículo te damos todas las claves para comprender cómo funciona la motivación y ponerlo en práctica.

Tabla de contenidos

¿Qué nos motiva a los seres humanos?​

Utilizando la analogía de un coche, se podría considerar la motivación como esa explosión inicial que hace funcionar el motor.

Por supuesto, un coche posee más elementos que determinan su movimiento (volante, ruedas, acelerador, freno…), pero sin el motor el coche no se mueve.

A la hora de entender la motivación para estudiar, se puede considerar este como el factor más importante que determinará el éxito o el fracaso en resultados académicos de los alumnos.

¿Cómo funciona entonces la motivación en el ser humano?

Coexisten 3 fines principales por los que poner nuestro motor en marcha:

Afiliación

Cuando es la afiliación lo que nos motiva, el objetivo sería conseguir establecer vínculos afectivos satisfactorios o ser aceptado socialmente.

Logro

En este caso, el fin sería conseguir lo que nos proponemos, lograr éxitos personales.

Poder

Si nuestro objetivo estuviese relacionado con ostentar una posición de superioridad sobre los demás, poder decidir cosas por los demás o liderar al grupo, podemos afirmar nuestra motivación nace de la búsqueda de poder.

 

En mayor o menor medida todos tenemos estas tres motivaciones.

Sin embargo, lo habitual es que cada individuo se decante por una de las tres, ya sea generalmente o en alguna etapa concreta de su vida.

Conviene también tener en cuenta que cualquier acción motivada puede estar dirigida por uno o varios de estos motivos.

En la adolescencia, como en cualquier etapa de la vida, conviven las tres motivaciones.

Los motivos de afiliación y poder, que no son necesariamente negativos, también se desarrollan en esta etapa.

No obstante, en el ámbito académico, la que nos conduce hacia el éxito es la motivación de logro.

El «círculo vicioso» de la motivación para estudiar​

Conviene además tener en cuenta que la motivación no es un fenómeno estático, sino que va fluctuando según las circunstancias del día a día de las personas. Veámoslo:

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Como vemos, se trata de un proceso que cambia continuamente, y que se corresponde con lo que coloquialmente conocemos como «círculo vicioso»: a mejores resultados, mayores serán las expectativas, y por lo tanto nuestra motivación se verá incrementada.

Del mismo modo, cuando aumenta la motivación, generalmente, también aumenta la posibilidad de conseguir buenos resultados.

Las expectativas de autoeficacia y los estilos de atribución​

Las expectativas de autoeficacia son la percepción que tenemos de las posibilidades de  lograr nuestros objetivos.

Están intrínsecamente relacionadas con los estilos atributivos, es decir, al hecho de que atribuyamos los resultados de nuestro esfuerzo a unas u otras razones,  y también guardan una estrecha relación con el autoconcepto.

El autoconcepto se podría definir como una negociación continua entre la idea que tenemos de nosotros mismos con la idea que nos proyectan los demás.

Si conseguimos nuestros objetivos, nuestras expectativas de autoeficacia aumentan, y consecuentemente nuestro autoconcepto y autoestima mejoran.

La teoría de la atribución (Heider, 1958, Weiner, 1986) analiza a qué causas atribuyen las personas lo que les sucede.

Según esta teoría, existen dos tipos de «lugar de control», uno positivo y otro negativo, dependiendo de si la persona atribuye los resultados a factores externos o internos, estables o modificables.

Por ejemplo, si un alumno no saca la nota esperada en un examen, puede atribuir el resultado a la mala suerte (atribución externa) o a no haber preparado el examen lo suficiente (atribución interna).

Según cual sea el «lugar de control» podremos identificar distintos perfiles motivacionales:

Motivación para estudiar - teoría de la atribución

Dependiendo del lugar de control, es decir, de que atribuyamos nuestros resultados a nosotros mismos o a factores externos, se pueden observar diferentes estilos atributivos.

EL ESTILO ATRIBUTIVO QUE MEJOR FUNCIONA PARA AUMENTAR LA MOTIVACIÓN ES EL QUE ATRIBUYE, TANTO LOS ÉXITOS COMO LOS FRACASOS, A DISPOSICIONES DE LA PROPIA PERSONA (ESFUERZO, CAPACIDAD…).

En cambio, el resto de estilos no aumentan la motivación por el logro, puesto que los individuos que presentan estos estilos no consideran que los resultados dependan de ellos mismos.

Una excepción sería el estilo insidioso, que atribuye los fracasos a factores internos y los éxitos a externos (como por ejemplo, la suerte).

Este estilo atributivo es típico de personas que presentan depresión como cuadro clínico.

¿Qué tipos de motivación para estudiar existen?​

Una acción puede estar motivada intrínsecamente o extrínsecamente. La diferencia radica en si obtenemos una recompensa interna o externa al llevar a cabo dicha acción.

  • Motivación intrínseca: la recompensa está en el mero placer de llevar a cabo una acción
  • Motivación extrínseca: la realización de la acción conlleva una recompensa externa, por ejemplo, obtener una buena nota, ganar dinero, obtener un halago, etc.

CONSEGUIR QUE UN ESTUDIANTE TENGA UN ALTO NIVEL DE MOTIVACIÓN PARA ESTUDIAR PASA POR LOGRAR QUE SE DÉ EN ELLOS EL PRIMER TIPO DE MOTIVACIÓN: LA MOTIVACIÓN INTRÍNSECA, TAMBIÉN LLAMADA AUTORREGULADA. ESTO LES PERMITIRÁ REALIZAR LAS TAREAS ACADÉMICAS CON MENOS ESFUERZO Y DISFRUTANDO DE ELLAS, YA QUE ESTARÁN OBTENIENDO LA RECOMPENSA DIRECTAMENTE DEL HECHO DE LLEVARLAS A CABO.

Pero ¿cómo lograr que esto suceda? ¿Qué factores tienen que darse para que un estudiante se motive de forma intrínseca? Según Decy y Ryan (1991), se puede decir que existe motivación intrínseca cuando existen tres sentimientos:

Sentimiento de autodeterminación

El control de las acciones depende de uno mismo: «Me gusta estudiar porque aprendo cosas, no porque sea una obligación».

Sentimiento de autocompetencia

El individuo se siente capaz de realizar una acción: «Si estudio, conseguiré sacar muy buena nota en el examen».

Sentimientos agradables

Nos sentimos bien por el hecho de hacer algo propio y que nos resulta familiar. «Encuentro placer en estudiar porque es algo que quiero hacer».

4 formas de motivar a los alumnos​

Teniendo en cuenta la teoría, pasemos a la práctica: ¿cómo conseguimos que un alumno esté motivado en el aula y fuera de ella para llevar a cabo sus tareas académicas? ¿Cómo hacer que esa motivación sea del tipo adecuado? Veamos 4 consejos prácticos para lograrlo:

Reforzar positivamente al estudiante para fomentar su autocompetencia

Será necesario reforzar los éxitos de los alumnos, por pequeños que sean. Pongamos como ejemplo el caso de un alumno al que no le suele ir bien en una asignatura: si un día mejorase sus notas, aunque fuese en pequeña medida, sería un buen momento para reforzarle y hacerle sentir bien por ello. De esta forma, generamos en el alumno el sentimiento de autocompetencia.

Asociar lo nuevo con conocimientos previos y promover el aprendizaje significativo

La clave está en conseguir que el alumno perciba los nuevos conocimientos adquiridos mediante la asociación a conceptos que ya conocía previamente, además de hacerle ver que lo aprendido tiene una utilidad práctica en la vida real (aprendizaje significativo). Un buen ejemplo sería hacer que se den cuenta de que solo a través del estudio del pasado (Historia) se puede entender la situación socio-política del mundo en el que viven.

Poner al alumno en el lugar de control adecuado

Debemos lograr que el alumno perciba que tiene el control de la situación, es decir, que atribuya sus éxitos y sus fracasos a su propio esfuerzo. Por ejemplo, si el alumno dice que ha sacado malas notas porque el profesor le tiene manía, nuestra labor consistiría en indicarle que, si hubiera estudiado más, habría sacado mejores notas, ya que su esfuerzo es la parte más importante para lograr el éxito.

Conseguir que su motivación por el estudio sea intrínseca

Este sería el paso final y también el más importante de cara a empoderar al alumno. ¿Cómo se consigue? Intentando en cada clase que el alumno entienda que lo que estudia tiene una utilidad práctica en su día a día (aprendizaje significativo) y partiendo siempre de sus conocimientos previos para construir nuevos aprendizajes.

Sin duda, la motivación es un fenómeno complejo que resulta clave para que los jóvenes alcancen las metas que se proponen; no solo las académicas, sino también sus metas vitales.

Ya sea como padres o como educadores, es nuestra responsabilidad aprender a comunicarnos con nuestros hijos o alumnos para ejercer en ellos una influencia positiva a la hora de aumentar su motivación para estudiar.

También está en nuestra mano proporcionarles herramientas de empoderamiento, para que en un futuro sus expectativas sean altas, su motivación sea intrínseca y su autoconcepto sea positivo.

En última instancia, este es el único modo de conseguir que alcancen el éxito, tanto desde un punto de vista académico como desde una perspectiva más personal de proyección vital.

Para llevar a cabo esta tarea, conviene, en la medida de lo posible, trabajar la motivación con cada alumno de forma personal, analizando cada caso concreto y haciendo un seguimiento individualizado de cada estudiante.

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